Como en un juego infantil de construcción, la forma se enhebra a partir de la yuxtaposición y superposición de piezas sumamente simples. La facilidad en la composición proviene de la misma dimensión de las piezas y la identificación final de cada una de ellas, que forman ya un único conjunto a partir de su tratamiento cromático. La percepción espacial del niño es distinta, su punto de vista es claramente inferior a la del adulto y su cabeza erguida percibe perspectivas distintas que, permiten ampliar su dimensión relativa. Facilitar la orientación y ubicación a los 0/3 años es una tarea espacial de aprendizaje, de gran importancia para su posterior autonomía y seguridad. El carácter abierto y fluído de la materialización de los límites contribuye a una experiencia de relación y no de ensimismamiento.